(Cuento de terror)
La verdad, nunca conocí realmente a la Malula (llamémosla así, me imagino lo que podría ocurrir si es que dijera cómo se llama realmente)... y es que decir que se “conoce” a alguien finalmente resulta ser algo muy muy vago, y en este caso con mayor razón, ¡ya lo creo! En fin... ocurre que un día de tantos en que llegué a trabajar a las desoladas oficinas de la revista XYZ, trabé conocimiento con ella, quedando naturalmente de lo más impresionado... como cualquier otro tipo a quien no pudiera dejar de desconcentrar unas bonitas y ondulantes formas, una expresión de lo más traviesa, y cierto aroma –mezcla de olor a mujer y patchuli- que me solía poner en zozobra cada vez que la sentía cerca…
La sentía… sí, hablo en tiempo pasado… porque bueno, ocurre que la Malula, además de estar buenaza era muy buena onda, buena compañera y buena amiga, el caso es que como a cualquier won a quien se le aceleran las hormonas porque tu compañera va por atrás de tu asiento y te da unos caritativos masajes en la espaldita… bueno, ocurre que se me dio por pensar algo muy distinto a lo que las bondadosas manitas de la Malulix me querían decir… y pues se me dio por imaginar que aquella plaza fuerte había arriado la bandera y que sólo era cuestión de desenvainar el sable como buen corsario y lanzarse al abordaje…
Eso hice pues, se entiende… pero... sucedió lo inimaginable, la tal Malula encontró una manera ingeniosa como efectiva de deshacerse de los audaces arrumacos de su compañerito... nada menos que através de un mail… luego de que previamente yo le hubiera mandado otro, un mensaje plagado de florilegios romanticoides, diciéndole que deseaba hacerla muy feliz y otras muchas cosas también…
La sentía… sí, hablo en tiempo pasado… porque bueno, ocurre que la Malula, además de estar buenaza era muy buena onda, buena compañera y buena amiga, el caso es que como a cualquier won a quien se le aceleran las hormonas porque tu compañera va por atrás de tu asiento y te da unos caritativos masajes en la espaldita… bueno, ocurre que se me dio por pensar algo muy distinto a lo que las bondadosas manitas de la Malulix me querían decir… y pues se me dio por imaginar que aquella plaza fuerte había arriado la bandera y que sólo era cuestión de desenvainar el sable como buen corsario y lanzarse al abordaje…
Eso hice pues, se entiende… pero... sucedió lo inimaginable, la tal Malula encontró una manera ingeniosa como efectiva de deshacerse de los audaces arrumacos de su compañerito... nada menos que através de un mail… luego de que previamente yo le hubiera mandado otro, un mensaje plagado de florilegios romanticoides, diciéndole que deseaba hacerla muy feliz y otras muchas cosas también…
Seguro de mi triunfo le pregunté entonces, "¿qué tal mi cartita Malula Hermosa?"... Ella me sonrió entonces tan afablemente como siempre, pero esta vez acompañó su mirada con un guiño prometedor, el corazón me dio entonces un vuelco… “Mira el que yo te he enviado Enriquito.. espero que te guste", me espeto la muy malvada mientras deslizaba su lúbrica mirada de mis pies a mi afiebrada cabecita...
Sin decir más, de un salto llegué a mi compu y abrí su mensaje... el cual rezaba: “Esto es lo que yo quisiera hacer contigo... Enriquito...”, el mensaje iba acompañado de un vídeo, y yo me dije ¡Pusha... la hice... hasta me indica como quiere que se haga la cosa, definitivamente, qué gran invento la computadora!
Y entonces, mientras respiraba agitado, se me hacia agua la boca y frotaba mis manos, bajé el vídeo que acompañaba al mensaje... pero en lugar de lo que esperaba encontrarme... vi una cosa sumamente espeluznante, nada menos que a un grupo de hijos de puta, secuaces de ese engendro de Osama Bin Laden degollando a un pobre gringo como a un cordero, en medio de los gritos más desgarradores que en mi prosaica vida había escuchado…
¡Carajo!, nunca antes nadie me había dicho más en regla y contundentemente que no la joda. Y entonces... desde ese día y hasta que se fue de la empresa, nunca más la jodí nada… que "Hola Malula, Buenas noches Malula, pero nada más…" y la muy maldita que me sonreía y hasta me preguntaba si quería un masajito "Eh... no Malulita... así estoy bien (¡Chetu...!)"... después de aquello se murió el gran amor que por ella sentía (hasta impotente me volví durante un mes entero) y nunca más volví a sentir emoción alguna, como no fuera un gelido estremecimiento, y ganas de ir a hacer pipi cada vez que sentía a la sinuosa Malula caminar a mis espaldas...