sábado, 14 de mayo de 2011

Juan Diego Flórez (Interview)

De hecho fui uno de los primeros que lo entrevistó -cuando su agenda solía estar "apretadísima" -hoy sale hasta en El Trome. "El tenor ligero más celebre de todos los tiempos" está ya en Lima para prestar su voz al Conde Almaviva en "El Bárbero de Sevilla" … y naturalmente iré a verlo, como hace unos años cuando se presentó por vez primera en su Perú…

Magazine, año 3 N. 11, Abril de 2004
Entrevista a Juan Diego Flórez

A poco de haber regresado para ofrecer su primera función de ópera en Lima, haciendo el papel de Tonio en “La fille du Régiment” de Gaetano Donizetti, el reconocido tenor peruano Juan Diego Flórez accedió a abandonar por unos momentos sus ensayos diarios en el teatro Segura. Entre otras cosas Juan Diego, a quienes muchos consideran el “cuarto tenor” junto a Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti, afirma sentirse halagado cuando éste último habla de él como su sucesor, añadiendo sin embargo que ambos tienen estilos muy distintos.

Juan Diego “el palomilla”
Si había algo que a Juan Diego le gustaba hacer durante sus años maravillosos barranquitos eso era jugar al fútbol, correr olas en La Herradura y Redondo, y gastarles bromas a todo el mundo (incluso a su mamá y a la abuelita Ena), pero sobre todo salir de campamento donde llegada la noche –al calor de una fogata- dejaba embobadas a las chicas y un poquito picones a sus patas cuando rasgaba la guitarra y cantaba “satisfaction”, “Girl from the north country” de The Rolling Stones, “Gira Gira” y “Cuando los Ángeles viajan” de Leon Gieco.
Algo parecido ocurría en las reuniones familiares, cuando ya desde siete años y a pedido de alguna tía entonaba “La Flor de la Canela” o “Puente de los Suspiros” de Chabuca Granda; el sobrino no se hacía de rogar y hasta lanzaba algún ingenioso requiebro que todos aplaudían encantados. Todos en casa lo recuerdan tal cual sigue siendo ahora en el fondo: “un muchachón palomillay encantador”. Difícil se les hacía pensar entonces a propios extraños que algún día este alocado jovenzuelo los asombraría a todos pasando de cantar temas de Mick Jaggery Chabuca Granda a interpretar área del repertorio lírico mundial.



¿Hay antecedentes en su familia de alguien que haya cultivado la ópera?
No, en absoluto, nadie hizo canto antes canto lírico en la familia, aunque sí, un poco, mi papá, Ruben Flórez, quien de paso ha sido siempre un gran cultor de la música criolla.

¿Cuándo es que se da cuenta de sus aptitudes para el canto lírico?
En un principio de pequeño solía entonar música criolla, cosa que aún sigo haciendo, luego fui creciendo y casi de casualidad descubrí la música culta, cuando inicié mis estudios en el Conservatorio Nacional de Música, donde fui perfeccionando mis conocimientos musicales, fue ahí entonces donde se dio un mayor acercamiento con ese género musical.

¿Dónde estudió y formó como cantante?, ¿quién fue su primer maestro y quién el último?
El primero fue Genaro Chumpitaz, luego, en el Conservatorio Nacional, tuve a Andrés Santa María como maestro. Posteriormente en el Curtis Institute Music de Nueva York tuve algunos maestros como Malena Malas, pero fue con Ernesto Palacio con quien comencé a conocerme a mí mismo vocalmente y a conseguir mis primeros logros.

El maestro, el mentor…
¿Y a quién considera su mentor?, ¿Aquel que le enseñó el curso a seguir a lo largo de su carrera?

Sin lugar a dudas esta persona es Ernesto Palacio, él ha sido y es la persona que más ha hecho por mí. Lo conocí en 1994, en Lima, mientras yo estaba de vacaciones en Lima y él vino a cantar. Desde ese entonces Ernesto se ha ocupado de toda lo relacionado con mis estudios y carrera. Él es hoy mi General Manager.

A inicios de los años 70, un joven cantante comenzaba a brillar con luz propia en el firmamento lírico mundial, Los cables de Europa consignaban el éxito de un talentoso tenor peruano, después de Alejandro Granda y Luis Alva en cantar en el célebre templo de la lírica mundial (años después Juan Diego Flórez sería el cuarto y más joven en presentarse en dicho escenario).
Tal sería el personaje que ayudaría al joven artista a abrirse paso en los escenarios mundiales, cuando a mediados de los años noventa lo invitó a cantar con él en escenarios italianos la ópera de Martin y sole: “Il TutoreBurlato” y luego el oratorio de Zingarelli: “Las tres horas de agonía de Cristo”. Palacio, como bien diría Juan Diego Representa para él una importantísima influencia en su carrera gracias a su constante apoyo.

La primera vez…
Pero su verdadero despegue se daría un día del año 96, de manera muy fortuita, algo que recuerda muy gratamente. Ocurrió en el Festival Rossini de Pesaro, a donde había sido convocado para hacer un papel muy pequeño en la ópera “Ricciardo e Zoraide”, que el tenor Br uce Ford, quien hacía el difícil y protagónico papel de Corradino sufrió una grave indisposición. El reggista o director de escena se vio en apuros y como buen italiano se encomendó a La Madona, poniendo los ojos en el cielo y entonces fue que reparo en el joven sudamericano que según le habían comentado se sabía al dedillo la obra. Juan Diego no necesitó repasar gran cosa y saltó al escenario. Aquella sería la primera vez que el público más operístico por excelencia, se rendiría entusiasmado ante la pirotecnia y plasticidad de su voz para interpretar papeles rossinianos… sólo tenía 23 años.
Pero retrocedamos un poco más en el tiempo antes antes de ese gran despegue, ya que Juan Diego aún tiene más que decirnos sobre sus inicios.

¿En qué escenarios limeños hizo sus primeros papeles?
En realidad, papeles de ópera no hice nunca en Lima, si se exceptúa un corto papel en la zarzuela Luisa Fernanda que canté mientras formaba parte del coro nacional.

Al margen de haber hecho ya una carrera profesional en la lírica, ¿alguna vez pensó en ejercer otra carrera?
Siempre un joven pasa revista a toda suerte de posibilidades profesionales, pero yo sólo veía música en mi camino. Hoy también pienso únicamente en ello, después de todo sólo tengo ocho años como profesional. Pero me interesan varios aspectos relacionados con la música y el canto. Tal vez en el futuro podría ser maestro de canto o arreglista. Mi sueño en todo caso es llegar a ser director de orquesta.

¿Cuáles considera sus pasatiempos favoritos?
Me gusta mucho el fútbol, verlo y jugarlo. Desgraciadamente no puedo hacerlo cuanto quisiera. Me gusta mucho ir por restaurantes de buena cocina a saborear platos que me sean nuevos, acompañados de buen vino. Últimamente me divierte mucho hacer arreglos para orquesta a algunas piezas de música peruana que canto en mis conciertos.

Pavarotti y Juan Diego
Desde aquel magnífico debut en Pessaro. Juan Diego sería aplaudido en los más selectos escenarios de la lírica mundial: la Scala de Milán, la Ópera de París, el Musikverien de Viena, el Covent Garden de Londres, el Liceo de Barcelona, la ópera de Munich, de Sao Paulo y de Tokio, entre otros. Como es sabido, además de ser un interprete rossiniano por excelencia, interpreta a placer, composiciones de Donizetti y Bellini. Incluso ha sido comparado con Luciano Pavarotti, quien en alguna ocasión ha llegado a considerarlo su sucesor, algo que el propio Juan Diego, muy ecuánime, ha tomado con mucha reserva.





sábado, 7 de mayo de 2011

¡Respeten a mi madre!




Diario Deportivo Líbero, mayo de 2001



Hay quienes sólo durante ésta fecha se acuerdan de la autora de sus días, algo harto mezquino por cierto, pero hay otros que en cambio no necesitan evocarla, ya que nunca faltan los que se la recuerdan, en especial los domingos de fútbol, ya que el destino de los “hombres de negro” los condena a que sea cuales sean sus decisiones a lo largo de un partido, siempre haya un bando que no queda satisfecho.
Y es que el especial caso de los réferis suele cumplirse de modo inverso aquel viejo adagio: “los hijos pagan los errores de sus padres”. En este caso son las medres quienes suelen pagar los “yerros” de los hijos –según el cristal con que se miren. Así pues, en este tan significativo día, queremos rendir un más que cumplido homenaje a esa suerte de “heroínas anónimas” que son las madres de nuestros árbitros.


¡Rezo por mi hijo!
La señora Margarita Monttedoro Rodríguez, Vda. De Vega nos hace los honores de la casa. Ni bien le pedimos que nos cuente que significa para ella el que su hijo Miguel (a quien llaman también “Guajaja” en casa) sea réferi, su rostro cobra una expresión de angustia y nos responde:
“Yo señor no veo el partido, prefiero rezar, encomendar a mi hijo a la virgen y luego salir a caminar para no ser testigo de las angustias a que se ve sujeto; ya que todo el tiempo me la paso temiendo de que algo le pueda suceder. Y la cosa se Agrava en mi caso porque soy diabética e hipertensa”.
Y mientras acaricia a su hijo, quien la toma de las manos, con la ternura de la que sólo es capaz un hijo, le preguntamos si es que alguna vez le pidió a Miguel que a abandone al arbitraje.
“Jamás –responde con firmeza-, incluso cuando hace algún tiempo tuvo un problema durante un clásico en el que admitió haberse equivocado al cobrar un penal, llegó a la casa y me dijo que iba a mandar todo al diablo y se iba a retirar. Entonces yo lo confronté y le pedí que no hiciera tal cosa y que lo respaldaba… pese a todas las mentadas”.


Ella está en el cielo
Quisimos entrevistar también a la señora Dora Villamonte, madre del árbitro “Tarjetita” Arana, pero su residencia está un tanto distante de la tierra… allá en el cielo…
“No está físicamente conmigo –nos dice el popular “Tarjetita”- sin embargo no hay día en que no piense en ella, cuyo santo amor siempre me acompaña más allá del tiempo. No, en absoluto tomo en cuenta a esa gente ignorante que me la menta en los estadios, siempre supe que se trata de personas que acuden a los escenarios deportivos a descargar sus frustraciones, ella siempre supo estas cosas y me supo brindar su comprensión. Siempre que dirigí un partido el Día de la Madre, pedí a los capitanes que juntos nos unamos en una oración y le rindamos un homenaje a aquellas que nos dieron el ser, en especial a las que no están más con nosotros.
A dicho homenaje nos aunamos nosotros, los periodistas de Líbero, rindiendo nuestro reconocimiento a aquel ser que por lo sublime de sus sentimientos, no hace sino confirmar el origen divino del género humano.
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