lunes, 9 de noviembre de 2009

Salomé, los calzones de Herodías y la cabeza de Juan "El Bautista"

La Guía del Sexo
Febrero de 1994 N.2

Hay quienes suelen perder la cabeza por las más diversas razones, las más conocidas a saberse: el amor, la pasión, el deseo o el sexo; suele ocurrir también que en el camino, junto con la testa se suelen extraviar otras cosas que luego se hace imposible recuperar, como la dignidad, el amor propio y hasta un gobierno o todo un reino, como aconteció por ejemplo hace un par de milenios en una localidad de Galilea por culpa indirectamente, es preciso señalar, de una tal Salomé hija de una muy tal por cual Herodías.

Juan “El Bautista”
El primer personaje que sin duda ha de haber acudido a vuestras mentes ha sido Juan “El Bautista”, primo de Jesús, quien como nos refieren los “Santos Evangelios” perdió la cabeza a manos de un esbirro de Herodes Antipas, Tetrarca o gobernante de Galilea y Perea, quien a decir verdad se lo tenía atravesado al santo varón que desde el río Jordán lo fustigaba con aquello de que él y su mujer, la tal Herodías (toda una ficha en verdad) vivían en adulterio, ya que ésta había estado unida antes a su hermanastro.
La verdad es que Herodes en su calidad de gobernante bien hubiera podido mandar a darle vuelta a aquél importuno que se la pasaba recordándole su pecado todo el tiempo, pero el asunto es que toda Galilea se le hubiese sublevado, ya que "El Bautista" era tenido por un profeta y tocar a uno de estos iluminados equivalía a cometer un sacrilegio, el tetrarca entonces se conformaba con llevar la fiesta en paz.
¡Oye Salomé!
Pero he aquí que la tal Herodías, al notar que a Herodes se le iban los ojos por su hija Salomé, habida en su primer compromiso, la mandó llamar y le dijo que se pusiera su mejor trajecito de odalisca, dejando al descubierto sus pulposas y sinuosas carnes, y encandilara a su patriarcal marido, con una de aquellas danzas para las cuales, dicen, las chicas del medio oriente solían ser muy buenas (es decir antes de Al Qaeda, los Talibanes y toda esa vaina).
La verdad es que Salomé ejecutó tan bien su danza de los siete velos que Herodes se sintió como nunca (en aquellos años no existían los sofisticados afrodisiacos que hoy pueden adquirirse en cualquier farmacia, aunque valgan verdades a veces pasa que la culpable es la maldita rutina) y se sintió capaz después de muchas lunas con ganas de beneficiar a su mujer Herodías, quien habitualmente se pasaba las noches mirando al techo. Así pues, como decimos Herodes se sintió oso y le dijo a su querida hijastra que le pidiera lo que más quisiera.

¡Quiero la cabeza del "Bautista"!
Está demás decir que la tía Herodías le estaba por demás agradecida a su hijita, y es que al parecer “hacía mucho que no era objeto de deseo para su señor”, pero oportunidades como esa no se presentaban todos los días y menos todas las noches. Salomesita a su vez vio llegada la oportunidad de pedir un trajecito nuevo de seda que sólo dejaba lo elemental a la imaginación y que refulgía tentador en el escaparate de un mercado de Galilea. Así, ya estaba por decirle a su papi cual era su capricho cuando su mamá, con esa rapidez mental propia del mal llamado sexo débil le hizo recordar con un oportuno coscorrón en el brazo, el acuerdo al que habían llegado poco antes de la cena.
“Auch, auch, mami... verás papi –le dijo entonces Salo, frotándose la parte del brazo en la que su mamá había acertado a pelliscarla, moviendo de lado a lado las caderas, con una carita de niña mimada, el hociquito compungido y la mirada baja - hay un señor, así, medio barbudo, que pese a vivir a orillas del río Jordán huele a camello, que me cae de lo más remal. La vez pasada que me fui a bañar al río con unas amiguitas y sólo porque nos metimos al agua con un traje de dos piezas comenzó a gritarnos ‘forajidas”, “malcriadazas” y no sé qué cochinadas más, papi tú tienes que hacer algo... no sé... córtale la cabeza...”.

¡Por sádico!
Herodes Antipas se mesó las barbas, ¡qué hacer!, buena la había hecho. “Esto me pasa por sádico” y ya estaba por inventar una excusa para salir del compromiso, cuando Herodías emitió un suave quejido: "Hay por Javé, que me ha dado jaqueca, no tengo ganas de hacer nada, creo que esta noche duermes en el sofá Herodes...". Entonces el tetrarca que nada tenía de tetudo dejo de lado sus reflexiones, ¡Malditas mujeres!, lo habían hecho caer en un lazo y él, recontra sanazo había caído, pero ya pues, caballero no le quedó otra que acceder al pedido de la Salomé, a quien se prometió chifar a la primera ocasión.
¡Ni hablar hijita, tus deseos son órdenes -espetó Herodes- en mi opinión el tal Juan ya se está pasando de faltoso, así que anda y duerme tranquila, que el pata ya fue, anda nomás que tu mami y yo tenemos algo que conversar”.
“Sí, cómo no papi –dijo entonces la Salo- dándole un besote y un abrazote, de esos capaces de enardecer hasta a un cadáver. Que tú y mamita descansen bien”.
Demás está decir que esa noche Herodías cobró todas sus gratificaciones atrasadas de navidad, fiestas patrias y hasta de semana santa.
Epílogo
El resto es historia conocida, Juan Bautista perdería la cabeza es cierto, pero finalmente no sólo él sino también el propio Herodes Antipas, quien en un inicio, por razones valederamente políticas había evitado meterse con el “santo varón”, terminó por ceder ante el influjo de la sensualidad de su hijastra Salomé, a instancias de su mujer Herodías. Luego de su espantoso crimen, Herodes tuvo que soportar el levantamiento de su pueblo, terminando por ser destituido por el propio emperador de Roma, debido a su ineptitud, y ¿todo por qué? Pues por culpa de unos… calzones… ¡los calzones de Herodías!... y por supuesto... el baile de Salomé.
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