domingo, 24 de enero de 2010

Sofía Mulanovich: Romance con las olas

Confieso que sé nadar tanto como para no ahogarme, a menos que me halle en una tempestad (Dios libre y guarde), por tanto menos sé de surfear, sin embargo no deja de ser placentero ver a esas blondas y esbeltas damiselas deslizarse con suma destreza sobre las olas en las playas del sur de Lima. A propósito de ello, el año 2003 tuve el privilegio de hacer una linda crónica sobre esa majestad de nuestros mares: la campeona internacional de tabla Sofía Mulanovich, cuya carrera empezaba a apuntar a la consagración.

Magazine Año. 2 N. 5/Febrero de 2003


La vida de Sofia Mulanovich parece transcurrir en un eterno verano, podría decirse que durante gran parte de su vida el sol jamás se ha ocultado y que ella tampoco ha dejado de acudir a su cita diaria con el mar: su gran adversario. Un adversario que se le ha rendido en más de una ocasión en la lejana Sudáfrica, en la exótica Oceanía y hasta en la vieja Europa.

Añoranzas
Con todo “Sofi”, quien pasa casi todo el año de aventura en aventura, batiéndose con las mejores top surfers del mundo añora su casa a orillas de la playa San Bartolo, donde siendo aún una niña de cinco años pugnaba por ir en pos de su padre, tratando de alcanzarlo en su morey boogye, cosa que obviamente solo quedaba en mero intento, dejando a la intrépida nena ahogada en llanto.
Pero como es que suele ser una constante en su vida el tiempo no pasa en vano y ya a los nueve años la niña se sabia parar bien sobre una tabla y algún tiempo después no sólo alcanzaba a papá sino que hasta lo dejaba rezagado, lo mismo que al grupo de beach boys que miraban atónitos como la rubicunda mocosa se enfrentaba a las olas gigantescas sin el menor asomo de pánico.
Pero el mar no lo era todo en su vida –es decir, no por aquel tiempo- y “Sofi” debía asistir a clases en el San Silvestre, donde las hojas de sus cuadernos, fueran de geografía matemática o gramática, alternaban los apuntes de las lecciones con dibujos de ella misma corriendo olas. Claro que si había algo que le causaba contrariedad ello era que las horas consagradas a la educación física no incluyeran competencias de surf. Pero las compañeras del San Silvestre sabían de sus aventuras marinas y a fines de año acudían en tropel a admirar a su condiscípula en San Bartolo.
Hoy, no tan lejos de los años maravillosos, “la gringa” es feliz evocando los inicios de una carrera que le han llevado a ocupar el segundo lugar en el ranking mundial de la WQS (World Quality Series), calificada “como la mejor surfera del mundo” por la prestigiosa revista estadounidense “Surfinggirl” y en fin… toda una serie de elogios que le deparan una de las más brillantes trayectorias en la historia del deporte mundial del surf, como lo auguran los especialistas en este deporte. A todo esto “Sofi” se encoge de hombros y por todo comentario nos dice muy “cool”, como cualquier chica de 18 años: “Y nada, qué te puedo decir, esto es algo superbacán, lo de Australia es lo más chévere que me ha podido ocurrir en mi carrera; sólo me falta un poco de training y determinación para ganar todas las finales”.


El duelo
Aquella mañana del 25 de enero, en las islas Victoria de Australia, los espectadores asistieron a la final del Roxy Pro Surfing Festival de la WQS. De un lado, la deportista local Chelsea Georgesson, quien como es natural contaba con el apoyo de su compatriotas y por el otro la peruana Sofía Mulanovich, acompañada únicamente por su mamá.
“Te diré que la llegada de mi mamá, nos dice nuestra campeona nacional, faltando poco para la competencia me hizo sentir muy bien y fue una aliciente para dar lo mejor de mí y bueno, así estuviera con toda su gente apoyándola, me prometí a mí misma ganarle a mi “pata” Chelsea”.
Chelsea Georgesson, gran amiga suya –y rival por supuesto- y su compañera en el equipo Roxy (línea femenina de la marca Quiksilver) tiene 18 años igual que ella, es alta y de porte atlético y en lo único que se parece a su amiga peruana es en color rubio de su cabellera, “Sofi” mide apenas un metro 59 y nos hace una confesión:
“La mayoría de las chicas con las que compito son más altas que yo, pero ser de baja estatura tiene sus ventajas pues permite una mayor estabilidad al estar más cerca del agua”.
El público que se ha dado cita a la playa “Gold Coast” ha dedicado una cerrada ovación a su compatriota Chelsea Georgesson al término de su rutina, quien al pasar cerca de la peruana Sofía Mulanovich le ha dedicado un guiño amistoso, que ésta devuelve amistosamente. La peruana se adentra en el mar, trata de buscar una buena ola pero todas las que vienen son muy bajas, tienen apenas un metro y no la ayudan mucho, por eso no puede dar lo mejor de sí. Finalmente pondrá su mejor esfuerzo, el mismo que será superado por Chelsea por apenas 18 centésimas de punto. Pese a todo “Sofi” acaba de lograr un puesto de vanguardia entre las mejores surfers del mundo (segunda en el ranking de la WQS) y un sitial nunca antes logrado por peruano alguno en este deporte.
En efecto “Sofi” es actualmente la única profesional del surf, tanto a nivel masculino como femenino del Perú y es asimismo la única hispanoamericana ubicada en el ranking mundial. Cabe destacar que este deporte cuenta con una federación deportiva que la respalda desde hace apenas un mes, algo que pone en relieve el esfuerzo de la que es considerada por muchos la futura campeona mundial, toda vez que es actualmente una de las más jóvenes en su especialidad.
Pero todo esto ya es historia para “Sofi” quien este año deberá alternar en 14 torneos internacionales, seis de ellos puntuables para el campeonato del mundo.

lunes, 11 de enero de 2010

“El monstruo de IDAT: ¿Una lección de antiestética publicitaria?

¿De qué otro modo puede describirse la campaña publicitaria del instituto IDAT sino como exitosa? Claro, para los gurúes de la industria nacional del rubro –a muchos de los cuales abordé- referirse al asunto en términos favorables no es sino un total despropósito. Pero ahí está sin embargo, pese a sus negados méritos se trata de una de las campañas publicitarias más exitosas (sino la más) en término de resultados, a tal extremo que su concepto sigue siendo el mismo y la matrícula sigue aumentando.

http://www.filmsperu.com/ /17.65% (Marzo de 2004)
El Monstruo de IDAT
¿Una lección de “antiestética publicitaria”?
La campaña “El Monstruo”, elaborada por la agencia J&R Publicistas para el instituto IDAT ha dado mucha tela que cortar a los amantes de la estética publicitaria, a los que sostienen que sólo las producciones pulcras y medidas son garantía de efectividad.

El monstruo I y II
Hace cerca de dos años, cuando Rodolfo Piccetti y Jorge Dafieno, gerente general y director creativo de J&R Publicistas el Story Board del comercial “El Monstruo” al directorio de la empresa IDAT, sus miembros mostraron de inmediato sus reservas: la campaña no era nada convencional. Finalmente, la cabeza de la institución educativa le dio luz verde al proyecto: se hacía pero sólo debía durar como máximo tres meses.
“Lo gracioso –asevera Piccetti- fue que cuando esta campaña resultó ser un éxito, cuando la matrícula se elevó increíblemente, se nos dijo que era preciso hacerse un nuevo comercial de “El Monstruo. Fue entonces que la cosa se nos puso difícil. ¿Cómo íbamos a hacer para poder lograr el mismo éxito que con el primer monstruo? Tal vez llegar e imponerse con una nueva idea puede a la larga ser más difícil, siempre es más difícil mantenerse. Sin embargo, felizmente la segunda versión del monstruo ha resultado ser tan efectiva como la primera; ya la gente lo conoce y sigue teniendo la misma acogida”.

Frankenstein
“Unos diez años antes que se planteara –Cuenta a su vez Jorge Dafieno- la idea venia rondándome la cabeza, finalmente se me ocurrió presentarla y el monstruo despertó con tal fuerza que hoy podemos decir que ha sido una de las campañas más exitosas que hemos llevado a cabo. ¿Dónde radica el éxito? Hay una serie de razones, el término “monstruo” o “mostro” por ejemplo… qué joven (se refería claro, a los jóvenes de la generación de mediados de los ochenta para abajo) no lo ha usado alguna vez para decir: ¡Oye, mira qué mostro juega ese pata! o ¡Mira, que mostro el trabajo de ese pata!; con ello supimos que por esa parte iba a pegar”.

“La antiestética publicitaria”
Según nos dan a conocer Picetti y Dafieno, el Instituto IDAT no suele presupuestar demasiados recursos para sus campañas publicitarias.
“Al margen de ello –agrega Picetti- muchos piensan que trayendo grandes modelos o haciendo una producción a todo dar se va a lograr vender bastante; lo q ue olvidan es que la realidad del país es diferente, que nuestro medio es distinto. Nosotros logramos que la gente de los estratos más bajos se identifique con ese comercial porque fue concebido con sencillez, sin hacer uso de demasiados recursos. Si nos hubiéramos sofisticado acaso no hubiéramos tenido la misma acogida, cosa que volvimos a tener en cuenta al momento de realizar la segunda parte del Comercial del Monstruo”.
“Respecto a eso –asevera Dafieno- nos dimos cuenta que una realización de corto presupuesto, dotada a cambio de una idea impactante que pudiera calar en el público podía tener resultado; aplicándose además una estrategia ligada a la “antiestética publicitaria” como un medio de llegada –ligada con el sector al que se quiera llegar eso sí- si dicha teoría encuentra ahora un sustento en los resultados increíblemente buenos que obtuvimos, se trata de una estrategia fascinante de exactitud, no necesitábamos de más, sólo de lo justo. Una vez realizado hubo gente que crítico lo limitado de la producción, “misia” como muchos la han tildado, hasta “huachafa”, pero era lo exacto, no necesitamos de más; a la gente le gustó, obtuvimos el resultado final que siempre apetece toda campaña publicitaria: vender más, en este caso las matrículas se elevaron enormemente”.

¡No vale copiarse!
“¿Hasta cuándo durará nuestro monstruo? –se pregunta finalmente Picetti- pues hasta que la gente le siga brindando acogida. Yo quisiera hacer un llamado y ello es pedir a todas las agencias de publicidad que se aboquen a crear sus propias ideas, básicamente a generar su propia creatividad, a ser originales. Actualmente estamos viendo comerciales –no deseo referirme a cuales son, pero le lector acucioso podrá darse cuenta de ello- en los cuales he visto que se ha tratado de imitar nuestro comercial de “El Monstruo”. No nos incomoda que nos hayan imitado, pero me parece que ellos deberían ser más originales, deberían usar sus propios recursos, es tan sólo cuestión de dar rienda suelta a la imaginación, parece como si quisieran crear para salirse del apuro y no es así. La vocación de nuestra agencia es crear con originalidad, que quemen un poquito más de cerebro para que puedan crear cosas más auténticas, de ese modo les irá mejor y redundará en su propio beneficio”.

miércoles, 6 de enero de 2010

Mesalina: La emperatriz ninfómana

"La Guía del Sexo"
Agosto de 1994 N.9
El recuerdo de la gloria imperial romana está unido al de su decadencia. En tiempo de los césares las virtudes habían sido reemplazadas por una total amoralidad. La matrona romana había dejado de mantener vivo el fuego del hogar, antes tenía a mucha honra sentirse amada no sólo por su marido sino por todo aquel que quisiera ofrendar a Venus, tomándola como víctima propiciatoria. Una de las víctimas que tuvo a bien ser objeto de tal sacrificio en innumerables ocasiones fue la propia emperatriz Mesalina, esposa del pobre emperador Claudio.

“Estoy cansada, mas no satisfecha”
Mesalina
Hombre de talento
Tiberius Claudius César Augustus Germánicus (10 a.C. -54 d.C.), era sin duda la vergüenza de su orgullosa familia, la Gens Julia. Poco agraciado, cojo y tartamudo no era sin embargo el estúpido que describen algunas fuentes. Era más bien un brillante historiador y demostró ser hombre de talento al llegar a ocupar el trono imperial, incluso, al frente de las legiones romanas llevó a cabo la conquista de Britannia, cuyas tribus bárbaras se habían sublevado contra Roma en más de una ocasión.
Claudio en realidad era muy listo. Tal vez pudo haber abandonado el mundo de los vivos mucho antes, si es que cuando su vida pendía de un hilo, en la época del psicópata de su tío el emperador Calígula, no hubiera fingido –con éxito por cierto- ser un completo idiota. Sin embargo, es conveniente reiterarlo, Claudio era muy brillante, solía demostrarlo incluso cuando hacía las veces de juez, admirando a los presentes por la lucidez de su juicio.
Sin embargo, he aquí como un hombre que bien pudo ser recordado por sus aciertos y brillanteces lo es sin embargo por sus debilidades, especialmente una de ellas: su esposa, la emperatriz Mesalina, quien hizo lo posible porque su pobre marido sea recordado como un pobre idiota.

¡Quién pudiera!
Cuando Valeria Mesalina, hija del cónsul Marco Valerio Mesala, conoció a Claudio, contaba dieciséis años, no era del todo una belleza pero sí lo suficientemente agraciada para hacer las delicias de cualquier parroquiano en situación de abstinencia: el cutis capulí, el cabello de negro azabache, las caderas sinuosas y redondeadas, el pecho turgente y una sonrisa, que aunque no tan perfecta, era tan sobradamente insinuante que no pasaba desapercibida para nadie; a decir verdad, suele de ordinario necesitarse de mucho menos para encender las pasiones más bajas. Sin duda, el pobre Claudio, quien por entonces frisaba los cincuenta, al verla, dejaría escapar un suspiro, diciendo para sí: “Quien pudiera”.
La verdad, es posible que no sólo Claudio admirara aquel portento, sino todos los ilustres cónsules, tribunos, centuriones y hasta los esclavos y es que sin abandonar esa sonrisa cautivadora, la doncella demostró un arte tal para la danza aquel día en el palacio imperial, que el propio emperador Calígula se atragantó en más de una ocasión con las uvas que una apetitosa esclava teutona le servía, pendiéndolas de su propia rama, tal y como se ve en los grabados de la época.

¡Salud Claudio!
Una vez acabada la lúbrica danza de Mesalina, Calígula que siempre había demostrado ser un hombre de lo más expeditivo, envío a su guardia pretoriano de confianza por la dama en cuestión. Como un par de horas después, aproximadamente, el mismo guardia fue en busca de Claudio –quien eso sí, es preciso añadir, era muy dado a empinar el codo- y lo encontró terminando de rendir honores a Baco, con una botella de exquisito jugo de uva de Falerno.
Al taconeo del saludo marcial del milite y a su voz grave, Claudio abrió los ojos sobresaltado: “¡Salve Claudio!, el emperador requiere tu presencia! El pobre se sintió entonces comido por los gusanos y trató de excusarse, diciendo que aquella era la primera "bo... bo... botella" que probaba después de mucho y que "nu... nu... nunca" más lo iba a "vo... vo... volver a hacer". El pretoriano lanzó un suspiro y se llevó a rastras a Claudio pese a sus súplicas, dando gracias a Júpiter porque en su familia, salvo un caco o una barragana (como los había en cualquier familia) no cargaban con un idiota de tal calaña.
Una boda imperial
“Ti, ti, tío…, dijo entonces Calígula, quien siempre había sido medio burlón y que parecía haber acabado de tomar una ducha, creo que has permanecido soltero demasiado tiempo, te he encontrado un partido inmejorable, es una romana que está como para comérsela entera, ejem… te lo digo yo… así, que como tu emperador te ordeno que te cases”. Claudio, quien pensaba que aquel iba a ser el último instante de su vida, se lanzó de rodillas a los pies de su sobrino sin dejar de cubrirlos de besos.
-ya hombre ya… hombre, tío no me ensucies de baba, ¡caray…!
Al día siguiente, con la pompa que se acostumbraba en las fiestas romanas, Claudio y Mesalina fueron declarados marido y mujer, sin duda el novio parecía ser el hombre más dichoso del mundo y la novia también, lo que no dejaba de ser insólito. Luego de la ceremonia, Calígula ordenó que su tío fuera tratado a cuerpo de emperador y que se le trajese todo el vino que pudiese ser capaz de beberse: “Tío, no te deshagas en agradecimientos, además para eso está la familia. Más bien déjame darle un par de consejillos a la novia, tal vez me tome toda la noche, creo que como emperador me corresponde velar por la buena marcha de los asuntos del imperio”.

¡Claudio Emperador!
A partir de aquel día, Claudio no dejó de proclamar a los cuatro vientos que era un hombre muy dichoso, ponderando incluso la virtud de su joven esposa, quien sacrificaba la felicidad conyugal para acudir en ayuda del Emperador Caligula, quien solía requerirla con frecuencia en el Palacio Imperial, sin que por ello, Mesalina descuidara sus deberes conyugales. “No hay noche, ni día –decía Claudio- mientras se masajeaba los riñones que mi mujercita no me pida que la haga feliz, realmente alberga tanto júbilo en su corazón que creo sería capaz ella misma de hacer feliz a todo el imperio".
Entonces, muchos (y no algunos) de quienes lo escuchaban silbaban mirando al techo o fingían toser de súbito.
Un día de aquellos, sin embargo, toda aquella eterna felicidad pareció de súbito llegar a su fin. Mientras Claudio revisaba un ejemplar de su “Historia de los etruscos”, escuchó que Mesalina daba de alaridos, de aquellos que sólo acostumbraba dar cuando se encontraban a solas. “Pe… pe… pero qué diablos o… o… ocurre –dijo entonces Claudio sobresaltado, comenzando a pensar mal de su esposa por primera vez. Sin embargo, lo que vio fue a su esposa, con los ojos desorbitados y una expresión de espanto que a él mismo terminó por asustarlo.
Lo que había pasado es que cansados de sus tropelías, los pretorianos acababan de dar muerte a Calígula, haciendo otro tanto con su esposa y muchos de sus partidarios. Naturalmente se esperaba que el propio Claudio partiera con su familia al encuentro de sus antepasados. De pronto, se sintieron pasos, como de soldados marchando, Mesalina huyó al punto miserablemente y al pobre marido no se le ocurrió otra cosa que ocultarse. No obstante, la Guardia Pretoriana lo encontró y para su sorpresa, en lugar de pasarlo por la espada, lo levantó en triunfo y lo proclamó emperador. En ese preciso instante, de algún lugar surgió Mesalina exclamando: “Esposo mío, aquí está tu amada que no he dejado de pensar ni un instante en ti”.

Amor no correspondido
Como ya está dicho, Claudio comenzó pronto a revelar sus dotes de gran gobernante, aquel a quien los pretorianos habían pensado manejar a su antojo. Los romanos, al menos los más sensatos, saludaron el advenimiento de aquel nuevo césar. Sin embargo, pronto se dieron cuenta que el emperador tenía un lastimoso punto flaco: su esposa Mesalina. Pronto comenzaron a darse casos verdaderamente insólitos; la emperatriz influía en su marido para que los cargos más importantes del estado fueran ocupados por individuos cuyo único mérito había sido el de hacer pasar un buen rato a la emperatriz.
Sin embargo, por más emperatriz que fuera, hubo algo con lo que Mesalina nunca contó y es que uno de aquellos hombres que tanto le gustaba, cometió la tontuna de darle calabazas. Siendo aún una jovencita se había enamorado de un hombre mayor que ella, quien sin embargo nunca la correspondió, se trataba del cónsul Cayo Apio Junio Silano, a quien hizo regresar desde Hispania para desposarlo con su madre y así tenerlo más cerca. Una vez a su lado, Mesalina volvió a insinuársele, pero Cayo Apio, la rechazó, lo que desató su ira, entonces acusó a su padrastro de traidor e hizo que Claudio le mandara a dar muerte.

“Entrañas de acero”
Sediento de la gloria militar de la que habían disfrutado sus antecesores Augusto y Tiberio, Claudio ideó llevar a cabo una expedición a las islas británicas. Mesalina vio en ello una magnífica oportunidad para dar rienda suelta a sus desenfrenos. Una vez que hubo comprobado que en el Palacio Imperial no había alguien capaz de calmar sus ardores y tampoco igualarlos, concibió la idea de enviar un desafío, nada menos que al gremio de las prostitutas.
La emperatriz afirmó que no había mujer en toda Roma, ni siquiera aquellas dedicadas al oficio más viejo del mundo, capaz de superar su gran voracidad amatoria y que estaba dispuesta a competir en el mismísimo palacio imperial con quien fuera. Las prostitutas aceptaron entonces el reto y enviaron a una representante: una siciliana llamada Escila, célebre por su fogosidad, la verdad es que hubieran hecho bien en enviar refuerzos. Finalmente, luego de ser poseída por veinticinco hombres la ramera se dio por vencida, más no así Mesalina que aquella noche pudo lidiar con casi el triple de hombres con los que su competidora se acostó. Al pedírsele a Escila que volviese ya que la emperatriz deseaba continuar con la competencia, la prostituta gritó aterrada: “¡Por Júpiter, ya no más, aquella mujer parece tener las entrañas de acero”.
A su regreso, Claudio contó cómo había conquistado las islas británicas, preguntando luego a su esposa si había ocurrido algo de interés en su ausencia, por toda respuesta Mesalina se despojó de la ropa, urgiéndolo por cumplir sus deberes como esposo, ya que lo único que había hecho era aguardarlo con impaciencia, Claudio dio gracias entonces a los dioses por haberlo dotado de tal tesoro de virtudes y compensó a la emprratriz por su larga ausencia.

¡Ella es incapaz!
Pasado algún tiempo, Mesalina se curó de sus desengaños y volvió a enamorarse, esta vez el afortunado fue el apuesto cónsul Cayo Silio, quien le demostró contundentemente que estaba a su altura, tanto que la emperatriz resolvió casarse con él y convertirlo en césar. Sin embargo, para ello era preciso sacar de escena a su bien amado Claudio. El día elegido fue uno en el que el emperador se encontraba en Ostia, tratando ciertos asuntos de estado.
La idea era que luego de contraer matrimonio, el cónsul Silio sublevara a la Guardia Pretoriana, donde tenía muchos adeptos. Sin embargo, con lo que él y su flamante esposa no habían contado era con que Narciso, el liberto favorito de Claudio, le fuera con el chisme al emperador, quien pese a todas las evidencias se negaba a creer que su fiel Mesalinita fuera capaz de tal infamia. Fue entonces preciso que llegaran a Ostia una delegación de senadores, otra de guardias pretorianos… pero ni aún así se mostró dispuesto a creer en lo que él llamaba una infamia.
¡Amor estoy de regreso!
Sin embargo, tanto le dijeron, tanto le insistieron, haciéndole ver incluso que su propia vida estaba en peligro que el emperador resolvió marchar a la cabeza de su guardia para demostrarles a todos que cuanto se decía de Mesalinita no eran sino viles infundios: “Lo que pasa es que todos la envidian no sólo porque es hermosa y es mi brazo derecho, sino porque es además muy brillante y además el Imperio no sería lo que es sino fuera por ella”.
Entre tanto, en el palacio, Mesalina daba rienda suelta a su júbilo, gastándose las rentas imperiales en celebraciones que no parecían tener fin y tanto había gastado realmente que ya no había ni para el té, sin embargo, cuando estaban en lo mejor de la luna de miel, los recién casados gritaron de espanto al ver la augusta figura del emperador en la puerta de su habitación: “Mesalina, amor, estoy de regreso… si supieras lo que me han dicho de ti”. La emperatriz recobró entonces el buen ánimo, abrió las fauces, dándoles la apariencia de feroz sonrisa que acostumbraba, y luego de hacer una seña a su otro esposo para que se vistiera y retirara en el acto, se echó a los brazos de Claudio, quien le espetó: “¿Y quién era ese joven con el que conversabas en nuestra cama amor?”. “Ah pues, un amiguito de la familia, respondió la chica de lo más fresca, hay amor estoy que ardo, ven a la cama que de sólo verte se me ha dado por un antojito”.

El fin de Mesalina
Al ver lo que ocurría, su secretario personal, el liberto Narciso, al ver que Mesalina había neutralizado a su imperial marido, dejándolo ebrio y cansado y que uno de los primeros en caer sería el mismo por haber sido uno de los que la acuso, corrió a despertar a su señor y le inquirió para que firmara una serie de documentos.
Claudio, quien estaba del mejor humor del mundo, luego de haber demostrado a todos que su mujer era la mismísima encarnación de Hera, diosa de la fidelidad conyugal, accedió a estampar su firma en todos los papeles que se le presentaron, luego dirigiéndose sonriente a su secretario y con un tufo insufrible le espetó: “¿Algo más Mesalinita, corazoncito?”, “Nada mas Claudito”, respondió el secretario aflautando la voz y dándole un beso en la frente al emperador, quien volvió a quedar sumido en el sueño.
Al día siguiente, el emperador solicitó la presencia de su esposa pues deseaba hacer planes con ella, respecto al nombramiento de un heredero para el trono imperial, nada menos que el cónsul Cayo Silio, aquel amigo con el que la había encontrado conversando en su cama. Sin embargo, Narciso le respondió que ya no tenía esposa, puesto que él mismo había firmado una orden disponiendo que le cortaran la cabeza, tanto a él como a su amiguito. Claudio respondió entonces: “Que yo… yo… yo… ¿q…?”.
Tal sería el fin de la emperatriz-meretriz Mesalina, Claudio, que como volvemos a reiterar no era ningún idiota, se dio cuenta que le habían hecho proceder en contra de su voluntad, que todo era un complot en su contra y de su amada esposa, y que consideraba una verdadera injusticia que se le hubiera cortado la cabeza, a ella que lo había ayudado a erigir el poder imperial y que no importaba todo el dinero que se había gastado, ya que ello era una bicoca frente a todo lo que había logrado para Roma. Finalmente, el único que lloró a Mesalina sería el pobre Claudio, porque en palacio todos se alegraron de que su funesto reinado terminara de una buena vez por todas.
Powered By Blogger

Seguidores