Confieso que sé nadar tanto como para no ahogarme, a menos que me halle en una tempestad (Dios libre y guarde), por tanto menos sé de surfear, sin embargo no deja de ser placentero ver a esas blondas y esbeltas damiselas deslizarse con suma destreza sobre las olas en las playas del sur de Lima. A propósito de ello, el año 2003 tuve el privilegio de hacer una linda crónica sobre esa majestad de nuestros mares: la campeona internacional de tabla Sofía Mulanovich, cuya carrera empezaba a apuntar a la consagración.
Magazine Año. 2 N. 5/Febrero de 2003
La vida de Sofia Mulanovich parece transcurrir en un eterno verano, podría decirse que durante gran parte de su vida el sol jamás se ha ocultado y que ella tampoco ha dejado de acudir a su cita diaria con el mar: su gran adversario. Un adversario que se le ha rendido en más de una ocasión en la lejana Sudáfrica, en la exótica Oceanía y hasta en la vieja Europa.
La vida de Sofia Mulanovich parece transcurrir en un eterno verano, podría decirse que durante gran parte de su vida el sol jamás se ha ocultado y que ella tampoco ha dejado de acudir a su cita diaria con el mar: su gran adversario. Un adversario que se le ha rendido en más de una ocasión en la lejana Sudáfrica, en la exótica Oceanía y hasta en la vieja Europa.
Añoranzas
Con todo “Sofi”, quien pasa casi todo el año de aventura en aventura, batiéndose con las mejores top surfers del mundo añora su casa a orillas de la playa San Bartolo, donde siendo aún una niña de cinco años pugnaba por ir en pos de su padre, tratando de alcanzarlo en su morey boogye, cosa que obviamente solo quedaba en mero intento, dejando a la intrépida nena ahogada en llanto.
Pero como es que suele ser una constante en su vida el tiempo no pasa en vano y ya a los nueve años la niña se sabia parar bien sobre una tabla y algún tiempo después no sólo alcanzaba a papá sino que hasta lo dejaba rezagado, lo mismo que al grupo de beach boys que miraban atónitos como la rubicunda mocosa se enfrentaba a las olas gigantescas sin el menor asomo de pánico.
Pero el mar no lo era todo en su vida –es decir, no por aquel tiempo- y “Sofi” debía asistir a clases en el San Silvestre, donde las hojas de sus cuadernos, fueran de geografía matemática o gramática, alternaban los apuntes de las lecciones con dibujos de ella misma corriendo olas. Claro que si había algo que le causaba contrariedad ello era que las horas consagradas a la educación física no incluyeran competencias de surf. Pero las compañeras del San Silvestre sabían de sus aventuras marinas y a fines de año acudían en tropel a admirar a su condiscípula en San Bartolo.
Hoy, no tan lejos de los años maravillosos, “la gringa” es feliz evocando los inicios de una carrera que le han llevado a ocupar el segundo lugar en el ranking mundial de la WQS (World Quality Series), calificada “como la mejor surfera del mundo” por la prestigiosa revista estadounidense “Surfinggirl” y en fin… toda una serie de elogios que le deparan una de las más brillantes trayectorias en la historia del deporte mundial del surf, como lo auguran los especialistas en este deporte. A todo esto “Sofi” se encoge de hombros y por todo comentario nos dice muy “cool”, como cualquier chica de 18 años: “Y nada, qué te puedo decir, esto es algo superbacán, lo de Australia es lo más chévere que me ha podido ocurrir en mi carrera; sólo me falta un poco de training y determinación para ganar todas las finales”.
Con todo “Sofi”, quien pasa casi todo el año de aventura en aventura, batiéndose con las mejores top surfers del mundo añora su casa a orillas de la playa San Bartolo, donde siendo aún una niña de cinco años pugnaba por ir en pos de su padre, tratando de alcanzarlo en su morey boogye, cosa que obviamente solo quedaba en mero intento, dejando a la intrépida nena ahogada en llanto.
Pero como es que suele ser una constante en su vida el tiempo no pasa en vano y ya a los nueve años la niña se sabia parar bien sobre una tabla y algún tiempo después no sólo alcanzaba a papá sino que hasta lo dejaba rezagado, lo mismo que al grupo de beach boys que miraban atónitos como la rubicunda mocosa se enfrentaba a las olas gigantescas sin el menor asomo de pánico.
Pero el mar no lo era todo en su vida –es decir, no por aquel tiempo- y “Sofi” debía asistir a clases en el San Silvestre, donde las hojas de sus cuadernos, fueran de geografía matemática o gramática, alternaban los apuntes de las lecciones con dibujos de ella misma corriendo olas. Claro que si había algo que le causaba contrariedad ello era que las horas consagradas a la educación física no incluyeran competencias de surf. Pero las compañeras del San Silvestre sabían de sus aventuras marinas y a fines de año acudían en tropel a admirar a su condiscípula en San Bartolo.
Hoy, no tan lejos de los años maravillosos, “la gringa” es feliz evocando los inicios de una carrera que le han llevado a ocupar el segundo lugar en el ranking mundial de la WQS (World Quality Series), calificada “como la mejor surfera del mundo” por la prestigiosa revista estadounidense “Surfinggirl” y en fin… toda una serie de elogios que le deparan una de las más brillantes trayectorias en la historia del deporte mundial del surf, como lo auguran los especialistas en este deporte. A todo esto “Sofi” se encoge de hombros y por todo comentario nos dice muy “cool”, como cualquier chica de 18 años: “Y nada, qué te puedo decir, esto es algo superbacán, lo de Australia es lo más chévere que me ha podido ocurrir en mi carrera; sólo me falta un poco de training y determinación para ganar todas las finales”.
El duelo
Aquella mañana del 25 de enero, en las islas Victoria de Australia, los espectadores asistieron a la final del Roxy Pro Surfing Festival de la WQS. De un lado, la deportista local Chelsea Georgesson, quien como es natural contaba con el apoyo de su compatriotas y por el otro la peruana Sofía Mulanovich, acompañada únicamente por su mamá.
“Te diré que la llegada de mi mamá, nos dice nuestra campeona nacional, faltando poco para la competencia me hizo sentir muy bien y fue una aliciente para dar lo mejor de mí y bueno, así estuviera con toda su gente apoyándola, me prometí a mí misma ganarle a mi “pata” Chelsea”.
Chelsea Georgesson, gran amiga suya –y rival por supuesto- y su compañera en el equipo Roxy (línea femenina de la marca Quiksilver) tiene 18 años igual que ella, es alta y de porte atlético y en lo único que se parece a su amiga peruana es en color rubio de su cabellera, “Sofi” mide apenas un metro 59 y nos hace una confesión:
“La mayoría de las chicas con las que compito son más altas que yo, pero ser de baja estatura tiene sus ventajas pues permite una mayor estabilidad al estar más cerca del agua”.
El público que se ha dado cita a la playa “Gold Coast” ha dedicado una cerrada ovación a su compatriota Chelsea Georgesson al término de su rutina, quien al pasar cerca de la peruana Sofía Mulanovich le ha dedicado un guiño amistoso, que ésta devuelve amistosamente. La peruana se adentra en el mar, trata de buscar una buena ola pero todas las que vienen son muy bajas, tienen apenas un metro y no la ayudan mucho, por eso no puede dar lo mejor de sí. Finalmente pondrá su mejor esfuerzo, el mismo que será superado por Chelsea por apenas 18 centésimas de punto. Pese a todo “Sofi” acaba de lograr un puesto de vanguardia entre las mejores surfers del mundo (segunda en el ranking de la WQS) y un sitial nunca antes logrado por peruano alguno en este deporte.
En efecto “Sofi” es actualmente la única profesional del surf, tanto a nivel masculino como femenino del Perú y es asimismo la única hispanoamericana ubicada en el ranking mundial. Cabe destacar que este deporte cuenta con una federación deportiva que la respalda desde hace apenas un mes, algo que pone en relieve el esfuerzo de la que es considerada por muchos la futura campeona mundial, toda vez que es actualmente una de las más jóvenes en su especialidad.
Pero todo esto ya es historia para “Sofi” quien este año deberá alternar en 14 torneos internacionales, seis de ellos puntuables para el campeonato del mundo.