lunes, 8 de marzo de 2010

EL DÍA QUE "ME MATARON"


Más de un año antes de registrarse la escena que encabeza este post, ese señor de pipa y anteojos había asesinado a un individuo de quien se sospechaba era el “Descuartizador de Lima”. Se me comisionó para entrevistarlo en el penal de San Jorge y llevamos entonces a cabo una reconstrucción del crimen en la celda de visita. De ese modo, aquel día el pseudo psicólogo Mario Poggi Estremadoyro “acabó con mi vida”… pero bueno, no se pierdan en el detalle, esta nota fue una de las mejores que hice en los inicio de mi carrera y no es porque yo la haya hecho pero… bueno, sigan pues…

Revista Gente N. 619 -620

Poggi: ¿Culpable o no?


Como en el caso de Raskolkinov de “Crimen y Castigo”, la famosa novela del escritor ruso Fedor Dostoievski, el bachiller en psicología Mario Poggi cree haber cometido un crimen justo al arrancarle la vida al presunto descuartizador Ángel Díaz Balbín. Él afirma: “Todos ustedes y sus familias viven ahora tranquilos; pero esto costó un sacrificio, el mío. He liberado a la sociedad de un asesino”. Quienes lo juzgan sin embargo no creen lo mismo, y Poggi puede ser condenado a 25 años de prisión por su crimen. “Me creen loco y no lo soy. Yo soy un excéntrico”, sostiene el ex colaborador de la Policía de Investigaciones del Perú. Y cuando narra el delito que cometió parece tranquilizar su conciencia, sentirse un salvador. Lea usted amigo lector el relato que sigue y acaso usted pueda decirnos si Poggi es culpable o no, o por si el contrario no es otra cosa que una pobre víctima.

Muertos vivos
Mario Poggi tiró fuertemente del cinturón, el pie sobre la espalda del “monstruo”; había terminado de “hacer justicia”, lo había matado. Ángel Díaz Balbín el presunto descuartizador yacía muerto en una celda de la división de homicidios de la PIP.
Era el 9 de febrero de 1986, horas más tarde aquel hombre, de aproximadamente un metro sesenta, afirmaría haber dado muerte a alguien mucho más alto y corpulento que él. Diría en todo momento que lo hizo con el fin de librar a la humanidad de un monstruo. Sí, lo hizo él; él solo.
Han pasado casi dos años, el penal de San Jorge asemeja como cualquier otra prisión a un mausoleo, con la única diferencia de que en una cárcel… los muertos yacen vivos.
Esperábamos calmos al prisionero, durante los días anteriores hemos venido preguntándonos como es este hombre, este hombre que según muchos dicen ha matado a sangre fría con el único fin de ganar notoriedad. De pronto un hombrecito de cabello semiencanecido, de exaltados más que joviales gestos y vestido cual si fuera un cómico entra saludándonos a la sala de visitas portando una gran cantidad de libros. Nos recibe ansioso y luego nos pide esperar “algo más”, irá por sus esculturas, “para que la nota sea más interesante”.

Muchos en uno
¡Vaya!, en conclusión ¿a quién vamos a entrevistar?, ¿a un homicida, un escultor, un cómico o simplemente a un demente? Pronto veríamos que un abogado, un yoga, un arquitecto y hasta un político se sumarían a la lista.
Mientras nos muestra orgulloso sus trabajos de escultura nos dice: “Yo estudié en la Escuela de Bellas Artes de la ciudad de Lieja, en Bélgica. He ganado premios de la Fundación Andree Renard, al mismo tiempo estudiaba criminología y también ciencias políticas y diplomáticas, carrera que no puede ejercer ya que me pasé de la edad, bueno prácticamente me quebraron la vida.

¿Y esa escultura?, ¡Vaya si es extraña!
-¡Ah, ésta- una cabeza que representa a una persona somnolienta- es una cara terapéutica. Mire, porque si usted la ve le provoca sueño; da ganas de bostezar al verla, mire… aaajum. Esto es para las personas que tienen insomnio –agrega.
Yo presente una escultura para donarla a la Fundación por los Niños del Perú y bueno la remataron por cinco mil soles. Mario Poggi está consultando la jurisprudencia de distintos países para apoyarse en sus conclusiones cuando llegue el momento de hacer frente al juicio oral. Al mismo tiempo está redactando su tesis “Mecanismos Criminógenos” y “Ego defensa en estado hipnótico de los delincuentes”, a fin de obtener su título de licenciado en psicología en la universidad Ricardo Palma.
-Dedico estas tesis a “mis esposas”, Otilia Barandiarán (1973-1974) a Julia Manrique (1976-1983) y Miroslava Palacios (1985-1987). Con Otilia Barandiarán tengo un hijo: Raúl Alfonso a quien no conozco: “Hijito ojalá algún día te conozca para poder defenderte y ayudarte”.
La sala en la que otros presos reciben también sus visitas se ha convertido en un auditorio. Todos prestan fija atención a lo que dice este hombre tan extraño. La voz estentórea, los gestos agitados y el traje vistoso lo tornan sumamente llamativo.
-Para interrogar a Díaz Balbín apliqué las técnicas que se usaron en la Segunda Guerra Mundial a los prisioneros de guerra. Específicamente el test que usé con Díaz Balbín fue el de Floding o de la inundación.
Para nuestros lectores, una idea de cómo se aplicaba el “Test de Floding” en la Segunda Guerra Mundial: Los SS (unidad de elite nazi) tenían en su poder tres prisioneros, los cuales eran sospechosos de ocultar información. Los interrogadores sabían quien tenía la información; fusilaban a uno. Luego tomaban al segundo prisionero y lo fusilaban con balas de salva. El prisionero dueño de la información quedaba entonces en un estado tal de inconsciencia que confesaba lo que los SS deseaban.
-Diga Mario Poggi, ¿ese test no está vedado?
-No, es perfectamente normal su uso. Mire, el psicólogo tiene que ser creativo en un momento; la situación mía era muy difícil. Mientras interrogaba a Díaz Balbín me dije a mí mismo: “Poggi, si este hombre sale libre seguirá matando”, incluso, le cuento, me preguntó mi nombre pero yo le di el nombre del amante de mi mujer para que no me vaya a pasar nada a mí, con dirección, teléfono, placa del carro y todo eso. Ocurrió que llegado un momento, cuando estuvo a punto de hablar pensé sacarlo desnudo a la calle, de este modo habría tocado su orgullo. Pero como me prohibieron exponerlo lo hice bailar calato con una agente PIP a fin de poder dar con su situación de homosexualidad, resultado: no hubo erección.
-Sin embargo, posteriormente se pudo probar que él no era el descuartizador (en efecto algunos meses después del asesinato de Ángel Díaz Balbín a manos de Mario Poggi un sujeto confesó, poco antes de auto eliminarse que había sido él el descuartizador incluso dejó una carta guiando a la policía hasta su hogar donde se encontraron numerosos despojos humanos enterrados en el patio)
-Créame, él era el “descuartizador”. Me lo dijo el que había sido su abogado y que hasta hace poco lo fue mío, el doctor Jorge Ureta, primo del loco Ureta (un muy popular artista cómico de los años setenta). Él fue quien me lo dijo: “Poggi no te has equivocado, Díaz Balbín era el descuartizador”. Yo estoy pidiendo permiso al Colegio de Abogados para poder decir esto ante la corte.

-¿Por qué dejó el Dr. Ureta de ser su abogado?
-Porque la PIP lo estaba hostigando demasiado, incluso lo habían amenazado de muerte según me dijo. Por este motivo sentó denuncia contra el comisario de la estación PIP de Apolo. Figúrese que hasta el diario “La Crónica” (diario de propiedad estatal que existió hasta principios de los años 90) se prestó para difamarlo, tildándolo de mafioso.
-¿Ha hecho bien en matarlo? Usted ha afirmado que libró a la sociedad de un monstruo…
-La verdad, metí la pata. Bueno, era el descuartizador. Vamos a arreglarlo diciendo que salvé a la sociedad de un monstruo, es cuanto pensé y expresé en ese momento. Era una prueba muy evidente, el muerto estaba ahí, no podía eludir la prueba.
-¿Alguien más tuvo parte en esto?
-Los cuatro días que estuve trabajando con él prisionero siempre tuve a un agente PIP a mi lado. Nunca sucedió nada en todo ese tiempo. Pero en cuanto se mete el cabo Villar Almonacid se empiezan a dar los hechos trágicos. Pido que ser haga un chequeo psiquiátrico a este agente ya que es un insano, ha dejado paralíticas a dos personas. Cuando le aplicaba el test a Díaz Balbín, el cabo Villar Almonacid sin tener en cuenta el estado emocional en que em encontraba me dijo: ¿Por qué no lo ahorca? Y me alcanzó su correa.
-¿Quiere decir que a usted lo han manipulado?
-Villar Almonacid empieza a mentir y viciar todo. Él me dijo: “Doctor a usted no le puede pasar, diga que estuvo solo” y eso fue lo que dije cuando se me interrogó. Incluso afirmé que la correa la encontré en el balde. Y es que en ese momento yo no era el mismo, se me había nublado la conciencia; sí, efectivamente, aquel individuo me había manipulado. Yo le digo que la PIP está buscando todas las pruebas posibles para evitar sus propias responsabilidades que la correa no era de Villar Almonacid y otras tantas mentiras. La PIP no trabajaba en este caso como debía realmente hacerlo.

-¿Qué puede decir de todo cuanto ahora le ha acontecido?
-Mire, una sola cosa; ya no hay más descuartizamientos, todos ustedes y sus familias están tranquilos y para todo esto debió realizarse un sacrificio: el sacrificado he sido yo. El error jurídico explica que nadie puede hacer justicia con sus manos, pero ¿en qué justicia puedo yo confiar cuando la propia justicia nuestra, en este caso la que detenta la jueza Isabel Díaz Marín le había otorgado el “habeas corpus” para que el cabo Villar Almonacid pueda ser puesto en libertad.
Bien, la conversación ha terminado, durante todo el tiempo hemos tenido a un numeroso auditorio; hasta los guardias estaban atentos a lo que decía el “amigo Poggi”. El homicida se despide de nosotros, hará unas cuantas morisquetas y luego se pondrá de cabeza, “es parte de un ejercicio yoga”, dice.
Al atravesar nuevamente los pasillos de la cárcel sólo podemos hilvanar mentalmente dos palabras, quién sabe, tal vez un buen epitafio si es que le dan esos 25 años a Mario Poggi.
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