Inolvidable y aleccionador discurso de un rey poeta (a inspiración de William Shakespeare)
(Octubre de 2011)
“Mañana es el día de San Crispín… quienes lleguen a viejos se levantarán en puntillas de pie y recordarán las hazañas consumadas aquélla fecha y sus nombres serán pronunciados con regocijo, en copas rebosantes, hasta el final de los tiempos…”
Tales palabras –poco más o menos- fueron pronunciadas hace cerca de 600 años, el 25 de octubre de 1415, en los campos de Agincourt, Francia, donde se libró una de las más famosas batallas que recuerda la literatura universal, no por la acción bélica propiamente, sino por el discurso que poco antes dio a sus tropas el rey Enrique V de Inglaterra (según William Shakespeare) el día del santo patrono de los zapateros: el día de San Crispín.
Todas las de perder
No se presagiaba una jornada victoriosa para las armas inglesas aquél día, en la que tendría lugar uno de los episodios más célebres de la “Guerra de los Cien Años”, que enfrentó a Francia e Inglaterra. De hecho eran las tropas que servían bajo el oriflama francés, a órdenes del príncipe Jean Juan le Maingre, las que tenían todas las de ganar, debido a su amplia superioridad numérica (40 mil tropas de Francia contra 6 mil 500 ingleses).
Así, poco antes de la batalla, el rey Enrique dio a sus tropas el siguiente, inolvidable discurso:
“Aquél que sobreviva a esta jornada y llegue a la edad de su vejez, cada año en la víspera
se dirigirá a sus vecinos y les recordará: "Mañana es el día
de San Crispín". Entonces desnudará sus brazos y mostrará sus cicatrices y dirá con orgullo: "estas heridas me las hice en el día de San Crispín". Los ancianos olvidarán, todos acabarán olvidando pero él recordará con detalle las hazañas que consumó aquel día. Entonces musitará nuestros nombres, que sonarán en sus labios como palabras familiares. El rey H
arry, Bedford y Exeter, Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester. Todos serán recordados con frescura en todo su fulgor. Los hombres buenos enseñarán su historia a sus hijos y el día de San Crispín jamás será olvidado desde la jornada de hoy hasta el fin del mundo porqu
e todos nosotros seremos recordados. Nosotros, pocos. Nosotros, felices pocos. Nosotros, banda de hermanos. Sí, porque aquél que hoy derrame su sangre junto a la mía será mi hermano, nunca más será un simple villano. Este día habrá ganado semejante condición. Y los caballeros de Inglaterra que ahora descansan en su cama se reprocharán a sí mismos no haber estado aquí y haber malgastado su edad viril mientras cualquiera les relata acerca de la lucha que mantuvimos nosotros en este día de San Crispín."
Resultado
Al final de la batalla, el león rampante del estandarte inglés se elevaba victorioso en el campo de Agincourt, el formidable –en número- ejército francés había sido vencido gracias a la destreza de los arqueros y ballesteros ingleses, que incluso debieron combatir con una especie de pañales (ya que la mayoría había enfermado de diarrea), que constituían el nervio del ejército británico; sin embargo, aquella decisiva gesta que cambió el curso de la “Guerra de los Cien Años” es mucho más recordada por el discurso que William Shakespeare puso en boca del buen rey Enrique.