martes, 7 de septiembre de 2010

"Los muertos sólo mueren cuando se les olvida"

Ir de paseo al cementerio no deja de ser sobrecogedor, el ver a tantos tipos -que alguna vez estuvieron tan vivos como tú- descansando eternamente, te hace pensar en la tenue diferencia que hay entre estar vivo y no estarlo.
DIARIO PRENSA CHALACA/SETIEMBRE 6 DE 2010
Los héroes y antihéroes del cementerio Baquijano y Carrillo
¡Chalacos hasta la muerte!

Orgullosos de ser del Callao, hasta para irse al otro mundo, la gente del puerto tiene a mucha honra el ser enterrados en su principal camposanto: “El Baquijano y Carrillo”, en la cuadra 22 de la Colonial. Héroes y antihéroes, “sanos” y santos, gente de a pie o “nacidos en cuna de oro”… todos son iguales ahí, no obstante la gloria, la pompa monumental o la simple lápida de yeso donde yacen inscritos sus nombres.

¡Flores… flores… flores… a tres solcitos el ramo caserito!... ¿a quién viene a ver?, ¿a su mamita… a un pariente… a un amiguito...? ¡Llévale florcitas amiguito no seas malito, hay rositas, crisantemos, claveles, de todo papito!
Todas las vendedoras de flores usan el mismo tono condolido y lastimero -muy a propósito- para llegarle al alma (y al bolsillo) al tipo de clientes que llega hasta las puertas del cementerio “Baquijano y Carrillo”, a visitar al que acaba de partir o al que ya lleva residiendo buen tiempo en el camposanto. Sin embargo, para bien o para mal, una cámara siempre opera prodigios en el ánimo de los demás…
-Ya pe china no seas mal agüero, a lo mejor el joven quiere llevarle flores a su mamita que está en su casa y tú ya la estás matando, hay que sonreír pe, pa que venga la gente.

¡A veces la gente no se muere!
Es una mañana fría y gris, como la de cualquier día de principios de setiembre, pero para la “china”, la “gorda” y la “ventanita” (una mujercilla de edad indefinible a quien le falta uno de los dientes delanteros), la cosa no puede andar mejor…
-Joven, estamos contentas porque hay días en que la gente no se quiere morir y no sabemos que hacernos después con la merca, hoy estamos rayando, ojalá que todo siga así…
-Ojalá… claro…
Cuando uno traspone las puertas del cementerio chalaco en lo primero que fija la mirada es en el imponente mausoleo de la familia Piaggio, lo mismo que en la del resto de las familias italianas que afincadas en el primer puerto a principios del siglo XIX, lograron hacer fortuna e irse a la eternidad como nunca soñaron en su tierra natal; con su nombre escrito en fino mármol de Carrara, traído precisamente de Italia (lo que son las cosas), allí están los monumentos mortuorios, diestramente esculpidos, de los Gaggero, Betteta y naturalmente, el del coronel Néstor Gambetta Bonatti, quien combatiera en la guerra contra Colombia, distinguiéndose por su bravura en el campo de batalla y dejando bien en alto a la furia porteña.
Pero está también la última morada de los bravos combatientes del batallón “Guardia Chalaca”, quienes ofrendaron su vida en la batalla de Miraflores ante la invasión chilena y la del coronel Manuel Dulanto, héroe chalaco de la batalla de Ayacucho, que decidiera finalmente la independencia del Perú, frente a la dominación española. Más adelante, encontraríamos los nichos de quienes hallarían la muerte combatiendo en el Cenepa, durante el último conflicto armado contra Ecuador.

Luz y sombras
Un tanto alejada de la suntuosidad de los mausoleos, están los cuarteles o pabellones bautizados con nombres que hace mucho dejaron de ser de uso ordinario, sólo para quedar relegados en el santoral: San Gervasio, San Expedito, San Clodomiro, San Eleodoro; de entre tanto laberinto de nombres y hombres muertos supervive el de una mujer cuyo culto se mantiene hoy más vivo que nunca: su capilla yace sembrada por dentro de miles de plaquetas de agradecimiento.
-Buenos días hermanito, pase usted, ¿viene a pedirle una gracia a Sarita?- nos pregunta una menuda anciana, cuyo ojo izquierdo yace velado por la catarata.
-Pues no, sólo he venido a tomar unas fotos-
-Igual, sea usted bienvenido- nos responde amablemente la única hermana viva de Sarita Colonia.
Una pareja de edad madura parece orar con suma devoción frente a la efigie de la santa, no podemos dejar de observarlos con curiosidad. La mujer que vende estampitas nos manifiesta que “es un almita muy milagrosa”. Sí claro, pero por lo general sólo hemos visto la efigie de Sarita Colonia en los torsos desnudos, llenos de cicatrices de cierto tipo de personajes.
Y como para darnos razón, un grupo de muchachos vistiendo poleras de manga larga y gorras, y luciendo más de uno la señal dejada por una navaja en el rostro se acercan persignándose a darle gracias a Sarita “por ayudarlos a salir con éxito de algún trabajito”, se apresura a decirnos una mujer que acaba de prenderle una vela a la santa.
-Pero ojo –nos dice- Sarita tiene devotos en todos los niveles sociales, aquí encuentra usted placas de agradecimiento de personajes como Carlos Álvarez, Cecilia Bracamonte, Polo Campos y hasta del finado ex entrenador de la selección de fútbol, Marcos Calderón, quien muriera en la tragedia del foker de Alianza Lima.
Como fuere, la torva mirada que nos dedica uno de aquellos sujetos mal encarados que acaba de prenderle velas a Sarita, nos disuade de tomarle fotografía alguna.
Sin embargo en el cementerio Baquijano y Carrillo no todos acuden a la santidad para lograr su cometido.
-Aquí viene gente a hacer “trabajos”, en especial los martes y viernes, es en esos días encontramos cosas raras, como velas negras y prendas enterradas dentro de los nichos –nos dice un vigilante- ¿ve por ejemplo esa cartera, esas bolsas negras, esas cajitas?, ¡ya!, esos son trabajos que se le hace a la gente para hacerle daño.
¡Hinchas a muerte!
Hay nichos cuyas lápidas parecen tener el mismo denominador: en ellos yace grabado el escudo del equipo rosado del puerto: “El Sport Boys Asociation”, lo que se diría “hinchas rosados a muerte”. Quienes ocupan aquellas tumbas, a juzgar por la fecha de su fallecimiento, no parecen con todo haber muerto de muy avanzada edad, casi todos son jóvenes que no superaron la treintena.
-He visto los entierros de muchos de ellos –nos dice un vigilante- con sus ataúdes cubiertos con la bandera del Boys, al momento de dar los hurras por el difunto, se escuchan a veces disparos al aire, como quien hace un homenaje. No digo que sean todos los barristas, en todo caso son miembros de las barras más extremas.

¡Te esperamos!
En el cuartel San Ambrosio damos con la lápida de Pedro Mesías Ugarte (“Dupe”), a quien se sindicó como líder de la banda “Los Malditos de Castilla”, quien fuera asesinado a la salida de la discoteca “El Timbalero” por miembros de una pandilla rival: junto a una joven de quien se decía era su novia: Marjorie Salas Fonseca, una atractiva jovencita, menor de edad, que aspiraba a ser vedette, como su tía Lucy Bacigalupo y que era miembro de la barra femenina del Boys: “Las Corsarias”, a la que parece perseguir la fatalidad, ya que muy cerca encontramos el sepulcro de una de ellas, menor de edad también: ¡Mi hijita ya tiene siete de meses de haber sido muerta y violada señor y el asesino sigue libre! –nos dice afligida Gladys Contreras Peña, mientras la hermana de la difunta retoca su nombre con tempera negra sobre fondo rosado en la lápida.
Hace mucho que ya es de tarde y la noche comienza a ganar terreno, damos una última mirada a las lápidas donde más de uno de sus dueños parece dedicarnos una sonrisa a modo de despedida, como diciéndonos: ¡Sólo es una hasta luego, aquí te esperamos!
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