Confieso que sentí una sensación que nunca antes había experimentado al escuchar una melodía... elevado a la cima de un edén pagano… me sentí tentado a creer incluso que el Valhalla existe y las valkirias a las que hacen mención las leyendas germanas también.
Cuando Richard Strauss compuso Las “Cuatro últimas canciones” era un anciano de 84 años, un hombre devastado por la tragedia que fue para él ver reducida a escombros su amada Alemania, luego de la II Guerra Mundial. Veía destruida una cultura –la suya- que consideraba inmortal, sin embargo basta solo escuchar “September” para sentirse lleno de su música vivificante, pese a que a los cuatro poemas en los que se inspiró versan sobre la muerte cercana (él moriría a los 85 años).
“Primavera”, Septiembre y “Al irme a dormir” son poemas de Herman Hesse y el cuarto pertenece a Joseph von Eichendorff (En el ocaso), que fue el primero al que Strauss puso música. Vaya forma gloriosa de partir, hasta parece un tributo a sus dioses germanos para congraciarse con ellos y ser bien recibido en el Valhalla. Hermosa melodía y hermoso el poema del autor del “El lobo estepario”:
Setiembre
El jardín está triste,
la fría lluvia pesa sobre las flores.
El verano tiembla
dulcemente hacia su fin.
Doradas, gota a gota, caen las hojas
de lo alto de la acacia.
El verano sonríe, sorprendido y cansado,
entre el sueño de los jardines que se mueren.
Largamente, entre las rosas
se detiene todavía, desea el reposo.
Lentamente cierra
sus ya cansados ojos.